(IVÁN): ARREPENTIMIENTO

(IVÁN): ARREPENTIMIENTO

am 09.07.2007 16:47:30 von IVAN VALAREZO

Sábado, 06 de Julio, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)


ARREPENTIMIENTO

El arrepentimiento del pecador es muy importante en su vida y
muy sana, por cierto, para tener "una relación perfecta" con
su Dios y Creador, en el cielo y en la tierra, también, para
recibir todas las bendiciones que necesite en su alma eterna.
Y esta relación entre Dios y el hombre no era posible con
Adán en el paraíso, aunque Dios si deseaba tenerla con él y
con los suyos, si tan sólo "recibía al Señor Jesucristo" como
su amigo y único dador de vida eterna, en el cielo delante de
sus huestes celestiales y de su Espíritu Santo, también, por
supuesto.

Por tanto, esto era un problema grave para Dios, "aunque Adán
y Eva no había pecado aun todavía", sin embargo, necesitaban
de la "comunión perfecta del Señor Jesucristo", para entonces
ellos poder tener una relación con su Padre Celestial que
está en los cielos aun más alto que el cielo del paraíso, por
ejemplo. Y Dios deseaba bendecir sus vidas con todas las
fuerzas de su alma santa, "pero no podía" aun aunque habían
sido creados perfectos, en sus manos santas y en la luz de su
Árbol de vida.

Y aunque habían sido formados en las manos de Dios, primero
Adán directamente del polvo de la tierra y luego Eva de la
quinta costilla del hombre, "aun así tenían que conocer al
Señor Jesucristo" en sus corazones, cuanto antes mejor para
Dios en sus vidas celestiales del paraíso. Pero ninguno de
ellos podía todavía conocer al Señor Jesucristo, ni menos a
su Hacedor de sus nuevas vidas celestiales en el paraíso,
porque "no habían comido y bebido" del Árbol de la vida de
Dios, ¡el Señor Jesucristo!

Porque para conocer a Dios, "por más santo que sea el primer
hombre", aun mucho más santo que los ángeles del cielo, aun
así tiene que conocer al Señor Jesucristo en su corazón
primero. De otra manera, el hombre, ni ninguno de sus
descendientes, "no podrá jamás realmente conocer a Dios y al
Creador de su alma eterna", en su vida celestial del paraíso
o del nuevo reino de los cielos, (el cual Dios pensaba crear
para empezar una vida nueva, libre del mal de Lucifer y del
peligro traicionero de su pecado mortal).

Y fue entonces que Dios mismo "decido", cuando el momento era
el correcto, de "llevar a Adán" a que coma y beba del fruto
del Árbol de la vida, para que entonces "él pueda seguir
viviendo" en el paraíso y con los suyos también, como Eva y
sus descendientes que habían de venir más después, en el
reino de Dios. Y Adán no se había acercado al Árbol de la
vida todavía, aunque vivía en el paraíso como todos los
ángeles y demás seres santos del cielo, porque "no conocía el
camino a él", como todo pecador de toda la tierra, de
nuestros días (tampoco conoce el camino), por ejemplo.

Además, "éste camino celestial y único del paraíso", para
acercase al Árbol de la vida, en verdad, era uno de los
secretos mejores guardados del corazón mismo de Dios y de su
vasto reino celestial, el cual "sólo lo conocía el SEÑOR", ¡
el Todopoderoso! Y como el SEÑOR "amaba" infinitamente a Adán
y a cada uno de sus descendientes, entonces "le enseña el
camino", a través de su "predicación única y personal", para
que juntos con Él, entonces se acercara al Árbol de la vida,
para que "comiese y bebiese" de sus frutos de vida y de salud
eterna.

Aquí "vemos claramente" que fue nuestro Padre Celestial y
Creador de nuestras vidas, quien fue "el primero en predicar
"el evangelio del paraíso" del Señor Jesucristo al hombre",
como los profetas y los patriarcas de Israel lo han hecho a
través de los tiempos a todo Israel y hasta nuestros días,
también, por ejemplo. Es decir, que ningún ángel del reino de
los cielos o del paraíso, por más santo que fuese delante de
Dios, "podía realmente 'llevar al hombre al pie del Árbol de
la vida" o predicar su fruto de vida eterna", sino sólo
nuestro Dios y Fundador de nuestras almas, ¡el Todopoderoso!

Y esto era algo que muy bien los ángeles del cielo "pudieron
haber hecho" con el hombre del paraíso o de toda la tierra,
de nuestros días y de siempre, también, pero "no lo
hicieron", más no "porque no pudiesen", ni porque "el
privilegio es sólo de Dios", sino mucho más que esto. En
verdad, el predicar el evangelio del fruto del Árbol de la
vida sólo le pertenecía, por inicio propio, a nuestro Padre
Celestial y más no a ninguno de los ángeles del cielo, ni
menos a los pecadores del paraíso o de la tierra, de nuestros
días, por ejemplo.

Pero aunque esto es verdad, "los ángeles si conocían el
camino al Árbol de la vida y, también, conocían su fruto de
vida y de salud eterna, para sus vidas celestiales y para
todas las nuevas vidas", de las cuales Dios había formado en
sus manos con el hombre, "más no tenían el privilegio de
hablarle a él del Mesías". "Éste privilegio de hablarle al
hombre del fruto de la vida del Mesías", sólo le pertenecía a
"un corazón" tan santo y tan glorioso, como el del SEÑOR y
del Espíritu Santo, Inventores por naturaleza divina y
celestial del cielo y de toda la tierra y con todas sus
cosas, también, para sostener la vida de todo ser viviente,
infinitamente.

Entonces Adán tenia que esperar por el SEÑOR que se le
acercase a él, para que le "hablase una vez más (y todas las
veces necesarias) del fruto del Árbol de la vida", para bien
de su alma eterna y de las suyos, también, de los cuales
vendrían a él en el futuro para vivir sus vidas en el cielo.
Y fue así, que el hombre comenzó a conocer lo que es "el
verdadero arrepentimiento" de su corazón delante de Dios,
para tener una relación perfecta e infinita con él y con su
Espíritu Santo, por medio de su fruto de vida eterna, su Hijo
amado, ¡el Mesías del paraíso y del nuevo reino venidero de
los cielos!

(Y, hoy mismo, "éste evangelio" exclusivamente de Dios, del
paraíso y del nuevo reino celestial "llega a ti", mi estimado
hermano y mi estimada hermana, por el mismo Señor Jesucristo,
para que no vivas ciego en tus tinieblas, de tu nacimiento o
de tu vida de siempre, sino en la luz más brillante que el
sol, de la vida infinita. Porque "esta es la vida", en la
cual nuestro Dios y en sus manos primero te comenzó a formar
en su imagen y conforme a su semejanza en el paraíso, y más
no en las tinieblas, en las que se encuentra tu vida, ciega,
pecadora y sin ningún verdadero sentido hacia el futuro, en
los días largos y eternos del cielo.)

EL SEÑOR JESUCRISTO COMENZÓ A PREDICAR EL EVANGELIO DEL
PARAISO

Entonces desde sus primeros días, el Señor Jesucristo
"comenzó a predicar" y a decirles a los que encontraba por su
camino: "¡Arrepiéntanse de sus pecados, porque el reino
celestial se acerca a ustedes hoy, para que sean sanados de
los males de las tinieblas y vivan por siempre felices en la
luz de su creación, en las manos de Dios!" Y la gente
"admirada por sus palabras" le oía de buena gana y algunos
con gran temblor en sus corazones y espíritus, también,
porque jamás nadie les habían hablado de esa manera, "con
poder y con autoridad directa" de parte de Dios, ni menos
habían oído jamás palabras iguales, en toda la historia de
Israel.

Para los israelíes, como para cualquier otra gente que
visitaba a Israel en aquellos días y, entonces, se encontraba
"con un Cristo predicando" las buenas de la vida santa del
reino celestial, era algo "fenomenal" para sus espíritus
humanos y, a la vez, "llenaba" sus corazones de profundo
temor del más allá, como del paraíso herido aun por el
pecado. "Llenaba sus corazones y sus espíritus humanos" de
profundo temor, porque aquel que vive en el cielo, Creador de
toda la tierra y del hombre y de todas sus cosas, también,
les estaba hablando a sus espíritus humanos, y ellos podían
oír muy bien sus palabras y el sentir de su Espíritu sobre
sus vidas y pecados terribles, para amonestarlos.

Por lo tanto, "ellos sentían" en sus corazones y en sus almas
eternas, que tenían que comenzar a "responderle" a Dios, por
sus pecados y por sus muchas culpas, también, mucho más antes
del día del juicio, según las escrituras de los profetas y de
ellos mismos, también, porque lo sentían así por razones de
la palabra del Señor Jesucristo. Porque lo que habían hecho
en sus vidas, ya sea por sus malas palabras o malas acciones,
no iba a quedar en la "impunidad", sino que tenían que
comenzar a responder por cada una de ellas, desde aquel
momento, en la tierra y ante el Dios del cielo, por medio de
aquel que les hablaba con autoridad celestial.

Y esto era algo grande, lo cual se sentía muy profundo en sus
corazones, como culpables de sus errores, y como que "les
ardía el corazón y el espíritu", a la vez, antes de caer en
"el juicio eterno de Dios y de su Cordero" Viviente, por
ejemplo. Porque cuando el Señor Jesucristo les hablaba por
directriz del Espíritu Santo del SEÑOR que está en los
cielos, entonces sus corazones "temblaban de temor", por sus
palabras directas del cielo y penetrantes en sus espíritus
humanos, y se sentían que estaban terriblemente mal delante
de Dios y para su nueva eternidad venidera, también.

En verdad, esto era muerte eterna para cada uno de ellos, se
daban cuenta que andaban "en un camino nada agradable para
Dios, para su Ley Santa, ni para su Espíritu Santo, tampoco".
Además, porque sabían muy bien en sus corazones, de que "si
no se arrepentían de sus pecados", entonces mayores males en
sus vidas podrían muy bien comenzar a tomar lugar en sus
vidas, para hacerles mayor mal que antes, y sin que nadie
pueda hacer nada por ellos, para ayudarlos de las profundas
"tinieblas traicioneras" del pecado de Lucifer.

(Porque la verdad es que el espíritu de error y de rebelión
de Lucifer es infinitamente "traicionero", por su naturaleza
de maldad y de profundas tinieblas, desde de donde se levanto
para "engañar" el corazón de Lucifer y así a los ángeles
caídos y al hombre del paraíso, como Adán, por ejemplo, y el
pecador del mundo entero, también.)

Y esto era algo que ellos "no deseaban vivir" en sus vidas de
pecado y de tinieblas, ya sea por error o por tradición, sino
todo lo contrario. Muchos de ellos deseaban "agradar a Dios"
a como de lugar, pero otros deseaban seguir viviendo sus
pecados de siempre y con sus mismas tinieblas, de las cuales
habían causado males a otros en sus vidas, por error o porque
amaban sus pecados más que a sus vidas, desafiando así toda
la Ley de Dios y de Moisés, por ejemplo.

Es decir, de que había una lucha constante en sus corazones y
en sus espíritus humanos, con fuerzas terribles del más allá,
"unas buenas y de parte de Dios", pero otras "como las del
pecado y las tinieblas de Lucifer", las cuales les decían, lo
mismo de siempre, que tenían que cambiar el rumbo y el sentir
de sus vidas. Como las tinieblas de las mentiras de Lucifer,
por ejemplo, les decían a las gentes en sus corazones a que
"no oyeran más" a las palabras del Señor Jesucristo, para que
entonces puedan seguir viviendo y gozando sus vidas de pecado
como de costumbre.

Y, a la vez, "oían a la luz del cielo", la cual es más
poderosa y audible que el sol violento y candente, en sus
corazones, por el poder sobrenatural de la palabra del
Espíritu Santo, el cual les decía que tenían que "huir de sus
pecados" y las tinieblas de Lucifer, para que no mueran jamás
en sus "mentiras". Porque si seguían viviendo sus vidas
pecadoras, como siempre, entonces estaban "destinados a
morir" en las mentiras, en las calumnias y en las maldades
destructoras, del espíritu de la palabra de maldad de
Lucifer, actuando en sus vidas perdidamente, para mal de
ellos mismos y de muchos en sus derredores, sin que se den
cuenta del mal que se hacen.

Y de esta "ceguera espiritual" de sus corazones, por las
profundas tinieblas del pecado original de Adán y Eva, en el
paraíso, por ejemplo, entonces Dios mismo quería librarlos
por medio de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, a su luz
viviente de la vida eterna del paraíso y del nuevo reino
celestial. Porque sólo el Señor Jesucristo "es la luz", la
cual puede "alumbrar el corazón", el espíritu, el alma y la
vida entera del hombre y de la mujer, igual, no importando
jamás todo lo pecadores o pecadoras que hayan sido en sus
días de vida por la tierra, desde sus nacimientos y hasta sus
encuentros personales, con el Señor Jesucristo.

Por lo tanto, Dios había enviado al Señor Jesucristo al mundo
para "encontrarse" con ellos mismos cara a cara y decirle sus
verdades eternas, para que se arrepientan de sus males y
entonces vuelvan a la luz de la vida eterna, la cual Moisés
había visto y oído sobre el Sinaí, el Árbol de la vida, ¡el
Señor Jesucristo! Porque la verdad es que Dios mismo los
había creado en sus manos, "en la luz bendita e infinitamente
honrada del Árbol de la vida", su Hijo, el Señor Jesucristo y
más no en las tinieblas, como en las cuales vivían en
aquellos días y hoy en día, también, en la tierra, sin fe y
sin esperanza alguna de salvación.

Es decir, que Dios crea al hombre y a la mujer para que
"vivan infinitamente en la luz y la vida bendita de su Hijo
amado", el Señor Jesucristo y más no en las tinieblas del
pecado de Lucifer y de sus ángeles caídos, por ejemplo. Y es
por esta razón, más que ninguna otra, por la cual, Dios envía
al Señor Jesucristo al mundo, a Israel primeramente, para
"alumbrarlos en sus tinieblas" y se puedan ver a sí mismos,
como pecadores y perdidos que están ante la luz del cielo y
de la vida eterna, también, del nuevo reino de los cielos.

Porque esta era la única manera, por la cual ellos podían
"escapar el mal terrible" de sus pecados y los males del más
allá, como de las profundas tinieblas, las cuales son muchos
males del corazón de Lucifer y de sus ángeles caídos, por
ejemplo, como enfermedades conocidas (y desconocidas,
también), las cuales "destruirían sus vidas", en la eternidad
venidera. Y nuestro Dios desea "frenar y deshacer este
terrible mal infinito", el cual viene día y noche y
aceleradamente sobre todo hombre, mujer, niño y niña de la
humanidad entera, si aun fuese posible (o necesario hacerlo
así) con la misma vida de su sangre sagrada, la de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo! (Porque es sólo "la sangre del
Señor Jesucristo", por inicio divino, la cual puede "frenar y
deshacer" todos los males del enemigo, en el hombre y en la
mujer de la tierra, hoy en día y para siempre, en la
eternidad venidera.)

Entonces ese es el poder del pecado de Lucifer, "su espíritu
de error y mentira" en los corazones de los pecadores de la
humanidad entera, para destruir sus vidas diariamente y hasta
que no quede nada de Dios y de su Jesucristo en sus corazones
y en sus espíritus humanos, en la tierra y así también en el
más allá. Y esto es "maldad en su más alto nivel del corazón
perdido" de Lucifer, para verdaderamente destruir toda vida
humana, sin que quede nada de ninguno de ellos, en el paraíso
ni en toda la tierra, también, para la nueva vida infinita de
Dios y de su Árbol de vida eterna, en La Nueva Jerusalén
Santa y Admirable del cielo.

Por lo tanto, lo único que realmente les podía ayudar, a cada
uno de ellos, era en si ellos mismos, para librarse de sus
pecados y de sus males eternos, "confesasen sus pecados" en
aquel momento para arrepentimiento delante de Dios, sólo
posible en el nombre sagrado de su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo! Porque antes de la manifestación del Señor
Jesucristo en Israel, "ninguno de ellos conocía el nombre
sobrenatural y redentor del SEÑOR", para arrepentimiento y
perdón de sus pecados. Esto era la ceguera mayor de todas de
Israel y de la humanidad entera, desde la antigüedad y aun en
muchos lugares de toda la tierra, de nuestros días, también,
por error, por culpa, por tradición.

Pues ellos mismos estaban ciegos y solos en este mundo, como
todo pecador, de hoy en día, por ejemplo, camino a la
perdición eterna, con cada una de las mentiras de Lucifer
"aun viviendo en sus corazones", de la manera que vivían en
el corazón de Adán y Eva, en el día de su perdición, en el
paraíso. Entonces Adán y Eva estaban eternamente perdidos, en
el cielo, no tanto por las palabras de Dios y de sus ángeles
en sus corazones, sino por las palabras del espíritu de
error, las cuales habían entrado en sus vidas, en el día que
"creyeron a la serpiente antigua", que les decía que si
podían comer del fruto prohibido.

Cuándo la verdad era que "no podían comer ni beber" del fruto
del árbol de la ciencia del bien y del mal, para obedecer la
Ley del paraíso, por lo tanto, "solamente podían comer y
beber" del fruto del Árbol de la vida eterna, ¡el Señor
Jesucristo! Consiguientemente, los pecadores y pecadoras que
oían la palabra del Señor Jesucristo, en aquellos días,
tenían que comer y beber de Él, como su "Cordero Escogido"
para el sacrificio eterno del perdón y de la salvación de sus
vidas, delante de Dios y de su Espíritu Santo, y sólo en la
tierra escogida de Israel, para alcanzar éste bien perfecto.

Porque de otra manera, cada uno de ellos iba a seguir
"viviendo y caminado su camino de pecado y del mal eterno",
el cual su destino final es el bajo mundo de los muertos, en
el más allá, en el infierno y finalmente la segunda muerte, ¡
el lago de fuego! Y Dios no ha creado el infierno, ni el lago
de fuego, ni menos al ángel de la muerte, para dar muerte al
hombre, sino a Lucifer y a cada uno de sus ángeles caídos,
con sus mentiras, con sus calumnias y con sus muchas maldades
de decepción eternas, que destruyen toda vida del cielo y de
la tierra, siempre.

Porque eso es todo lo malo que le da el espíritu de error de
Lucifer "actuando en sus corazones humanos", por las mentiras
que nacieron o tomaron vida en el corazón de sus
progenitores: Como Adán y Eva en el paraíso, en el día del
pecado y de sus muertes respectivas, por ejemplo. Y Dios
había enviado a su Hijo amado al mundo, a Israel
primeramente, para que se "arrepientan" de estos males
terribles de sus corazones y de sus vidas eternas, "con tan
sólo creer en su palabra y en su justicia infinita", de
invocar su nombre santo con sus labios y en sus corazones,
igual, por medio del espíritu de fe.

Y si no lo hacían así, entonces iban "a seguir viviendo sus
vidas pecadoras de siempre", para finalmente morir, no en el
Espíritu Santo, sino en el espíritu de error de las mentiras
y maldades, de gran decepción de Lucifer y de la serpiente
antigua del Edén, para que caigan en el mal eterno de sus
almas, en el infierno. Y nuestro Dios "no deseaba este mal
terrible", ni lo ha deseado jamás, para ninguno de ellos, ni
para sus enemigos tampoco, en la tierra, ni en el más allá,
sino todo lo contrario.

Lo contrario al mal de Lucifer y de sus ángeles caídos, por
ejemplo, para sus vidas y para la de los suyos, en sus
millares de la humanidad entera, de acuerdo a su voluntad
perfecta de crear al hombre y así vivir con él y con los
suyos infinitamente en su nueva vida venidera, del nuevo
reino de los cielos. Es decir, que nuestro Dios siempre ha
deseado "el bien del hombre", desde el día de su creación y
hasta nuestros días, por ejemplo, sólo por medio de su fruto
de vida eterna, su Hijo amado, el Señor Jesucristo, viviendo
en sus corazones y en sus almas eternas, también, en la
tierra y en el cielo, eternamente y para siempre.

Pero el pecador que "camina obstinado en su maldad eterna",
seguirá siempre pecando y hasta que finalmente en su ultimo
pecado en la tierra, cae muerto en sus tinieblas para no
volverse a levantar, ni menos "conocer la luz" de la vida
santa del reino de Dios, la cual es el mismo Árbol de la
vida, ¡el Señor Jesucristo! En definitiva, Dios no desea éste
mal terrible para ningún hombre, mujer, niño o niña de la
humanidad entera, sino todo lo contrario. Dios desea sólo
vida y salud infinita para cada uno de ellos, en sus
millares, en la tierra y en el paraíso, igual, sólo por medio
de su Árbol de vida, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Por lo tanto, "ésta luz del Árbol de la vida", el cual es el
Señor Jesucristo, era quien realmente les estaba hablando a
los israelíes, y asimismo a las gentes gentiles de aquellos
días, para que "se arrepientan de sus malos pasos", de su
caminar por la tierra, antes que males terribles lleguen a
sus vidas, y lo pierdan todo. Y así ya no haya quien les
escuche y les ayude, como Dios deseaba escucharles y
ayudarles, en aquellos días, por ejemplo, para que escapen de
las profundas tinieblas de sus corazones, hacia la luz más
brillante y gloriosa que el sol, su salvador celestial, el
Hijo de David, ¡el Señor Jesucristo!

Y, hoy en día, "lo mismo sigue siendo verdad", para el
corazón y el alma viviente de todos los hombres, mujeres,
niños y niñas de la humanidad entera, y esto es que "escuchen
y acepten" la bendición del perdón de Dios, por todos sus
pecados y así "reciban en sus corazones la vida eterna", para
que ya no vivan muertos. Porque todo aquel que "vive en las
tinieblas del más allá", como las tinieblas de las profundas
oscuridades de la tierra o de su tumba, por ejemplo, entonces
no ve la luz, a no ser que le diga "sí" en su corazón y en
todo su espíritu humano también, sólo a su salvador eterno y
celestial, ¡el Señor Jesucristo!

En vista de que, nuestro Padre Celestial no es un Dios de
muertos, sino de vivos. Y esto es algo que tenemos que
"entenderlo muy bien y profundamente" en nuestros corazones y
en nuestros espíritus humanos, también, sólo por medio del
espíritu de fe, de la "invocación" de nuestros labios del
nombre sagrado del Señor Jesucristo. Porque los únicos vivos
para Dios son los que se han "arrepentido de sus pecados" y
han "recibido en sus corazones el nombre y el espíritu de la
sangre de vida eterna" del Señor Jesucristo, para que ya no
sean tinieblas sus vidas, sino sólo luz de la vida más
brillante que el sol, del nuevo reino de los cielos.

JESÚS COMENZÓ A PREDICAR SU EVANGELIO CON EL ESPÍRITU SANTO Y
FUEGO DEL CIELO

Y nuestro Dios "comisiona" a Juan el Bautista para predicar
su evangelio del cielo, antes que el Señor Jesucristo
comenzase a predicar también, el evangelio del perdón y de la
vida eterna en toda la tierra de Israel, para decirle al
mundo entero: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios
se ha acercado, como nunca antes. ¡Arrepiéntanse cada uno de
todos ustedes y crean en el evangelio de Dios y de la
salvación perfecta, de sus almas vivientes!"

Porque "si no creen" en la palabra del SEÑOR y de su
evangelio eterno, entonces "seguirán viviendo" sus vidas de
pecado y de las profundas tinieblas de sus propias muertes,
para jamás conocer la luz de Dios y de su Árbol de vida
eterna, en la tierra, ni menos en el más allá, como en el
infierno. A no ser que se arrepientan de sus pecados y
"comiencen a creer" en su Dios, por medio de su Árbol de vida
eterna, como Dios mismo le requirió a Adán y a Eva en el
paraíso, que lo hiciesen así, por ejemplo, "comiendo y
bebiendo" sólo de Él y más no del fruto prohibido.

Porque del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal
"sólo hay pecado, maldición y muerte eterna", para a todo
aquel que coma de él, en la tierra y en el paraíso, también,
para siempre. Por lo tanto, "vive en eternas" y profundas
tinieblas del fruto prohibido del más allá, el corazón y el
alma pecadora del hombre, de la mujer, del niño y de la niña,
también, desobediente a su Dios y Creador de sus vidas, para
vivir en las mentiras de su muerte eterna aun en vida y antes
de morir corporalmente, también.

Y nuestro Dios no desea que el hombre le desobedezca jamás,
ni que viva en las tinieblas de su tumba eterna "aun en
vida", sino que sólo le obedezca a él, por el fruto del Árbol
de la vida, de su corazón y de su alma viviente, para que
viva infinitamente sólo en su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo! Pues así predicaba Juan primero el evangelio del
perdón y de la salvación infinita del gran rey Mesías, el
Cristo, en todo Israel: sanando y librando de muchos males a
los que se acercaban a él, "en busca del SEÑOR" en sus
corazones y en sus almas sedientas, por la verdad y por la
justicia divina del cielo.

Además, la gente venia a Juan para oírle su predicación y
para ser bautizados por él, para que el hombre viejo muera y
el nuevo hombre viva y crezca día y noche y por siempre, en
sus corazones y en sus almas eternas, también, para Dios y
para su nueva vida infinita, del nuevo reino de los cielos.
Porque para Dios, y así también para el hombre, "es necesario
que el hombre viejo del pecado muera" y que únicamente "viva
el hombre renovado en el Señor Jesucristo", para que entonces
Dios mismo comience a hacer en su vida cosas gloriosas y
eternamente sagradas para su nueva vida celestial, del
paraíso y de La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta.

Porque es nuestro Dios quien realmente hace todas estas cosas
nuevas y maravillosas en nuestras vidas día y noche y aun en
el más allá, también, como en el paraíso o como en la nueva
ciudad del cielo, La Jerusalén Perfecta que Dios "soñó para
los suyos", para siempre, "llena de amor y paz" para sus muy
amados, en Jesucristo. Es por eso, que Dios envía a Juan ha
predicar su palabra y, a la vez, ha "bautizar con agua" a
todos los que creyesen en sus corazones, en la venida del
SEÑOR y de su nueva vida celestial a Israel y a la humanidad
entera.

Y cuando Juan "predicaba y bautizaba" a las multitudes, las
cuales eran judías y gentiles, también, entonces lo hacia
para "preparar el camino" de la llegada del gran rey Mesías a
Israel, sólo con el evangelio eterno de Dios en su corazón y
en sus labios, para cada hombre, mujer, niño y niña de Israel
y de la humanidad entera. Efectivamente, esto era algo que
"únicamente Juan podía hacer en Israel", por mandato de Dios
y de su Espíritu, para que Israel reciba "al Mesías
celestial", de una vez por todas y para siempre, para fin del
espíritu de rebelión, el cual comenzó en el desierto y que
aun no ha muerto y, claro, para bien de la tierra, también.

Entonces cuando el Señor Jesucristo finalmente se manifiesta
a Israel, para ponerle fin al espíritu rebelde del desierto,
entonces Juan fue puesto en prisión para que los que le
seguían, pues, comenzasen a seguir "al Mesías hebreo" y a su
evangelio del perdón y de la reconciliación infinita, del
corazón y del alma pecadora del hombre de la humanidad
entera. Y Juan fue puesto en prisión y luego "decapitado",
para que sus seguidores ya no le sigan más a él, sino que
ahora tenían que "oír" aquel que vive por los siglos de los
siglos "su palabra del evangelio" de sus vidas, para que "aun
viviendo en las tinieblas" de sus corazones entonces "vean la
luz" de la vida eterna.

Y ésta luz de la vida eterna de cada uno de ellos, y así
también, hoy en día, de todo hombre, mujer, niño y niña de la
humanidad eterna, "es el mismo Señor Jesucristo" y no Juan,
para Dios y para la nueva vida celestial e infinita del nuevo
reino venidero, en la tierra y en el más allá, también. Y el
evangelio de Juan vivió en los corazones de los hombres y
mujeres de Israel y de toda la tierra, también, sólo hasta
que el Señor Jesucristo se manifestó a todo Israel, para
empezar el ministerio del "arrepentimiento y el perdón" de
pecados, para "el bautismo del Espíritu Santo" de la nueva
vida infinita, del nuevo reino celestial.

En la medida en que, el evangelio de Dios era "el mismo
evangelio de los profetas de la antigüedad", el cual
predicaba la venida del gran rey Mesías a Israel, con la
palabra y la salvación de vida eterna, para todos lo que
crean en su Dios y en el único Fundador de sus nuevas vidas
eternas. Es por eso, que el encarcelamiento de Juan era muy
importante, para "superar, engrandecer", el evangelio de los
profetas y de los patriarcas de la antigüedad de Israel y así
entonces darle paso aquel que escribió el evangelio de Dios y
del Espíritu Santo, el Hijo amado de Dios, el Señor
Jesucristo, ¡el gran rey Mesías de todos los tiempos!

Pues ahora iba a ser Dios mismo "hablándole directamente" al
mundo entero, y más no el hombre de la antigüedad y bajo la
Ley de Moisés, por medio del corazón de gracia, de los labios
y de la vida misma, sumamente sagrada, de su Hijo amado, el
Mesías, para "perdón de pecados y para salvación infinita" de
sus almas vivientes. Y cuando la gente venia al Señor
Jesucristo, para "oír las palabras del evangelio", el cual
Juan les había predicado por mucho tiempo, entonces "se
dieron cuenta" de que el Señor Jesucristo y sus apóstoles no
tanto bautizaban con agua, aunque si lo hacían cada vez que
era posible hacerlo así, sino que "su bautismo era más bien
espiritual".

Es decir, que los que "escuchaban" el evangelio del Señor
Jesucristo entonces sus pecados no sólo les eran perdonados y
sus cuerpos sanados de los males que les afligían, sino que
también "recibían del cielo" poder sobrenatural "de la
llenura del Espíritu Santo de Dios". Y esto era algo
"sumamente glorioso" para los corazones y para las vidas de
los hombres, mujeres, niños y niñas de aquellos días, ya sean
de Israel (o de cualquier parte del mundo entero); además,
reciban también, a la misma vez, poder de Dios y de la vida
santa e infinitamente gloriosa del reino celestial con sólo
oír la palabra.

Entonces esto era "algo poderoso" para cada uno de ellos, en
aquellos días, igual como lo es, hoy en día, por ejemplo, en
todos los lugares en donde la palabra del evangelio del
perdón es predicada a los hombres, mujeres, niños y niñas de
todas las naciones, para perdón y bendición infinitas de sus
vidas, por el Espíritu de Dios. Realmente, Dios había enviado
a Juan a predicar su palabra con "el bautismo de agua", para
que cuando el hombre viejo "es sumergido en el agua",
entonces después de "una oración" de gloria y honra al Padre
Celestial, entonces el nuevo hombre "se levante" para vivir
la vida de la luz y más no la de las tinieblas de siempre.

Pues esa era la idea entonces, y lo es aun hoy en día,
también, para cumplir toda justicia y toda verdad celestial,
delante de Dios y de su Espíritu Santo, por supuesto; es más,
el mismo Señor Jesucristo fue bautizado por Juan, para
cumplir con Dios y con su justicia divina. De otra manera, si
Juan no bautizaba al Señor Jesucristo en el río Jordán,
entonces su llegada a Israel, como Mesías y Cordero de Dios,
por ejemplo, hubiese sido en vano, y aun estuviéramos
viviendo en nuestros pecados de siempre y condena eterna de
la Ley de Dios y de Moisés.

Y cuando el Señor Jesucristo entra a la vida de Israel
finalmente, después de tantos años de promesa, entonces "Dios
hace algo maravilloso", con la vida del hombre, pero esta vez
no sólo con el bautismo de agua como con Juan, por ejemplo y
su evangelio del perdón también y de la vida eterna, sino
mucho más que todo esto. Esta vez, Dios "introduce", por
medio de su Hijo amado, "el bautismo de su Espíritu Santo",
porque el Espíritu de Dios podía ahora hacer que "el hombre
vuelva a nacer de nuevo", no de la carne sino del Espíritu,
desde las tinieblas de su corazón, si tan sólo confesase con
sus labios el nombre sagrado y salvador del Señor Jesucristo.
Y esto es vida y poder sobrenatural, la cual Lucifer jamás
podrá pararla, ni menos destruirla en la vida de todo hombre,
mujer, niño y niña de la fe viviente, del Señor Jesucristo,
como destruyo la vida celestial de Adán y Eva, por ejemplo; y
luego intento destruir, cínicamente, la misma vida salvadora
del siervo del SEÑOR, la del Mesías.

Y aquí la escritura de la antigüedad, declarada por los
profetas, se cumple cuando dice: "Todo aquel que crea en su
corazón y así 'invoque' con sus labios el nombre del Señor,
entonces será salvo de sus pecados, en los últimos días".
Porque en la antigüedad todo lo que Dios hacia con el hombre
era "con agua", como el bautismo y el lavar las cosas santas
del tabernáculo y de las cosas muy santas, también, del lugar
de los santos de los santos, en donde sólo el sumo sacerdote
del año en curso de Israel, "podía entrar y hablar con Dios".

Y como algunos de los juicios divinos, también, fueron
llevados acabo "con agua", como la peña de Horeb que vertía
agua en el Meriba, o como el agua amarga de Mara que tuvieron
que echar un árbol para endulzarla o como, también, el
diluvio que destruyo a toda vida sobre la faz de la tierra,
en los tiempos de Noé. Y Noé tuvo que fabricar un arca en
tierra seca y lejos del mar, también, de acuerdo a las
"instrucciones del SEÑOR", para salvar a todos, no sólo a los
animales, sino también a la humanidad entera, es decir, si se
"arrepentían de sus pecados" y aceptaban la predicación de
perdón y de salvación de Dios, por boca de Noé.

Y toda la gente se burlaba y decía cosas terribles para los
oídos y el corazón de Dios, cuando veían a Noé "construir un
barco sumamente grande" para él y para su familia, en tierra
seca y a mucha distancia del mar, también. Pues entonces, la
gente ingenua "se reía y se burlaba" tanto de Noé y de su
familia de año en año y hasta no poder más, porque realmente
pensaban que estaba caprichoso con su vida y la de los suyos,
también.

Entonces cuando "vino el diluvio", la tierra se fue llenando
de agua en todos sus lugares y hasta comenzar a llegar a la
tierra alta, también, como hasta cubrir los montes y
montañas, en donde estaba el arca de Noé "esperando por
ellos", desde que Noé les comenzó a predicar la palabra del
SEÑOR. Pues sin más que hacer para salvar sus vidas, la gente
"corría día y noche con sus víveres y los suyos" cada vez
alejándose más del mar y hacia la tierra seca, para "escapar
del creciente y violento mar", por causa de las aguas del
juicio de Dios, las cuales no cesaban de caer del cielo sobre
toda la tierra.

Y estando aun con vida la gente sobre tierra seca, cuando las
aguas caían con mayor fuerza que antes, "se acercaron al arca
de Noé de todas partes y golpeaban la puerta", para que les
"abriese y les dejase entrar" y así salvar sus vidas, porque
sabían que iban a morir ahogados, por la cantidad de agua que
caía del cielo. Pero Dios mismo ya había "cerrado la puerta"
del arca de Noé"; y, también, había llenado los espacios del
arca, las cuales habían sido construidas y reservados para
ellos y sus hijos, para que escapen el agua y el juicio final
de Dios, con animales de dos en dos, de y hembras y de machos
de toda la tierra.

Entonces "Noé buscaba abrir la puerta" del arca para dejarlos
entrar, porque su corazón sobresaltaba de miedo por ellos, al
verlos mojados, temblando de frío y llenos de miedo, también,
por la creciente de las aguas y las olas violentas del mar.
Pero Noé "no podía abrir la puerta", era la mano de Dios
mismo que había cerrado y sellado el arca, para que nadie
entre y para que nadie salga de ella, y hasta que deje de
llover, y las aguas regresen a sus limites de antes.

En verdad, el arca de Noé fue construida por Dios mismo y
sólo con las manos de Noé, en aquellos años antes del gran
diluvio de toda la tierra, "para salvar" a todas las familias
de la humanidad entera y a los animales, también, de dos en
dos, hembras y machos, según sus especias. Pero "nadie
creyó" en lo que Dios estaba haciendo en la vida de Noé por
muchos años, "salvo los animales", los cuales venían a Noé y
su arca desde lejos para entrar en ella, cuando Dios diga el
momento de hacerlo así, para salvar sus vidas y luego volver
a empezar toda vida una vez más en la tierra.

Entonces los que "no creyeron" a Dios y a su palabra de la
predicación del perdón, de los labios de Noé, sólo "se
congregaron en una gigante congregación" de todos ellos, al
lado del arca de Noé, para "verla levantarse" por las aguas
de las lluvias como al cielo y hasta que desapareció de sus
vistas, por el horizonte. Así "Dios termina con las vidas
pecadoras" de los infieles a su palabra y a su Árbol de vida
eterna, su Hijo amado, el único posible salvador de sus vidas
en la antigüedad y en el día del gran diluvio del juicio
final, la cual termino con la vida humana y con los animales
de toda la tierra, también.

Y después de Dios haber destruido a toda la tierra y a toda
su vida humana y de animales, también, entonces "le prometio
a Noé no volver a juzgar la tierra con agua". Y "como señal
de esta promesa de Dios al hombre", entonces cada vez que
llueve se forma "un arco iris", de muchos colores para "Dios
acordarse de su promesa" al hombre de toda la tierra, de que
no volverá a juzgar y a destruir el mundo con agua, por causa
del pecado y de la rebelión de su corazón.

Entonces en estos días, nuestro Dios "se comunicara" no con
agua como en la antigüedad y con Juan y su bautismo, aunque
es necesario aun, sino "con su mismo Espíritu Santo", el cual
descenderá del cielo, desde su trono santo, para tocar la
vida de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, que crea en su Jesucristo. Por cuanto, nuestro Dios
ha enviado al Señor Jesucristo al mundo, pues, "lleno de su
Espíritu Santo" para que "lo comparta" con cada uno de sus
nuevos hijos e hijas, y esto es de los que crean en sus
corazones y confiesen con sus labios el único perdón posible
de sus pecados para vivir su salvación infinita, ¡el Señor
Jesucristo!

Porque sólo el Señor Jesucristo es "la salvación y la llenura
perfecta de su Espíritu Santo", en el corazón y en el alma
viviente del hombre, en esta vida y en la nueva vida
venidera, también, del nuevo reino de los cielos. Es decir,
que nuestro Padre Celestial "llenara de su Espíritu Santo" tu
corazón y toda tu vida, también, desde hoy mismo y para
siempre, mi estimado hermano, si tan sólo "crees", no tanto
en el evangelio de Noé o de Juan el Bautista, sino "en el
espíritu de la sangre viviente" de su Hijo amado, ¡el Señor
Jesucristo!

Porque sólo el espíritu, de la sangre de vida y de salud
eterna de Dios, es "la verdadera comida y bebida de tu
corazón", para perdón de tus pecados y para salvación
perfecta e infinita de tu alma viviente, en la tierra y en el
más allá, también, eternamente y para siempre. Es por eso,
que todo aquel que le pida a Dios de su Espíritu Santo, en el
nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo,
entonces "Dios mismo se lo concederá", sin escatimarle nada
de él, ni a ninguno de sus dones más poderosos de su vida
infinitamente gloriosa, en el cielo y en toda la tierra,
también.

Por lo tanto, el que cree en el SEÑOR del cielo y de toda la
tierra, por medio de su fruto de vida eterna, su Hijo amado,
el Señor Jesucristo, entonces "tiene poderes sobrenaturales
del Espíritu Santo de Dios", actuando ya en su vida día y
noche, para perdonarle, ayudarle y por siempre concederle las
bendiciones de su vida infinita. Y esto es poder del cielo,
si sólo te arrepientes de tus pecados delante de él y de su
Espíritu Santo, para ti y para cada uno de los tuyos,
también, mi estimado hermano y mi estimada, si tan sólo
"crees en tu corazón y así 'confesases' con tus labios" su
nombre salvador e infinitamente milagroso, ¡el Señor
Jesucristo!

DIOS DEMANDA DEL PECADOR Y DE LA PECADORA A QUE SE
ARREPIENTAN DE SUS PECADOS

Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los días de la
ignorancia de la antigüedad, de pecar en contra de su Hijo
amado, pues, en nuestros tiempos "manda" a los hombres,
mujeres, niños y niñas, en toda la tierra, a que se
arrepientan de sus males, sólo "invocando" el nombre sagrado
de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Porque sólo el nombre
sagrado del Señor Jesucristo "bautiza al hombre y a toda su
vida", también, día y noche "con su Espíritu Santo",
descendiendo desde el cielo, desde el trono de la gracia y de
la misericordia de Dios, lleno de los dones poderosos y
sobrenaturales para sanar y cambiar su vida, para gloria de
Dios y de su Jesucristo.

Puesto que, sólo en la "invocación" del nombre bendito de su
Hijo amado es que realmente hay perdón de pecados y salud
infinita, para los corazones de todos los pecadores y
pecadoras de toda la tierra y "sin dejar a ninguno de ellos",
sin el perdón y la bendición de vida eterna, en sus corazones
y en sus almas infinitas. Y, además, sin el Señor Jesucristo
entonces no hay perdón alguno de pecados, ni menos salud y
bendición infinita de ninguna alma del hombre pecador y de la
mujer pecadora de la tierra, en esta vida, ni en la venidera,
también, en el más allá.

Ahora, los que creen que pueden "acercarse a Dios", por medio
de sus "ídolos e imágenes de talla", apartándose así mucho
más que antes de la verdad y de la justicia de la Ley de
Dios, entonces se están equivocando una vez más en sus vidas,
para maldición y para perdición infinitas de sus almas
vivientes, también. Y, asimismo, "están deshonrando" el
espíritu de la Ley del paraíso, con el mismo espíritu rebelde
y de error, el cual engaña Lucifer a sus ángeles caídos en el
reino de los cielos y con posterioridad a Adán y a Eva en el
paraíso, como también en todos los corazones de sus
descendientes en muchos los lugares de la tierra.

Entonces todo esto es "el espíritu de error y rebelde a Dios,
a su Hijo amado y a su Ley Divina", lo que ha estado haciendo
todo este terrible mal, en las vidas de muchas de las gentes
de la humanidad entera, para destruir sus vidas y terminar
con cada uno de ellos, a como de lugar y para siempre. Porque
la ignorancia del espíritu de error de Adán y Eva "reina aun
en toda la tierra", desde siempre, desde los primeros días de
la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo. Es por eso,
que la tierra no es como el paraíso o como el reino de los
cielos, sino algo mal y muy extraño para Dios y para sus
huestes celestiales y, más que claro está, para su Ley Divina
de Moisés y de Israel, también, por ejemplo.

Y todo esto ocurre en toda la tierra con el hombre por no
haber conocido, ni menos aceptado en su corazón a su "dador
de vida", el Señor Jesucristo, para que "pueda vivir su alma
infinita" en el pleno conocimiento de su Dios y Fundador de
su nueva vida del nuevo reino celestial, en todos los lugares
de la tierra. Además, el enemigo "ataca" al hombre y a la
mujer de la tierra, de una manera u otra, porque nuestro Dios
ha "deseado crear nuevos cielos y nuevas tierras", desde la
antigüedad y hasta nuestros días, para que todos vivan
felices con Él y con su Árbol de vida, "alcanzado
diariamente" nuevas glorias infinitas, sólo para su nombre
santo. (Y estos cielos con sus nuevas tierras ya existen en
el nuevo reino de Dios y de su Árbol de vida eterna para sus
huestes celestiales y su humanidad eterna, también.)

Pero no lo ha hecho aun así nuestro Dios con nosotros, "por
culpa" de la rebelión de Lucifer y de sus ángeles caídos y,
posteriormente, de la rebelión de Adán y Eva, también en el
paraíso, para "incrementar así el espíritu de error y
rebelde" a la palabra y a la Ley del paraíso, en muchos los
lugares del mundo. Y, a la vez, tocando así también a la vida
de todo hombre a la fuerza, "no para que crezca" en el
espíritu de fe, del nombre sagrado de Dios y de su Hijo
amado, el Señor Jesucristo, sino para que "pierda vida" día a
día y hasta que finalmente muera, en todos los lugares de la
tierra, por ejemplo.

Es por eso, que Dios "combate con su Jesucristo" a Lucifer y
a sus ángeles caídos, los cuales se acercan día y noche con
sus mentiras y con sus maldades de decepción, para el corazón
del hombre del mundo, con el fin de destruir su vida, como la
vida misma que Dios le dio, en el día de su creación.
Entonces nuestro Dios ha enviado a su Hijo amado al mundo,
para "transformar al mundo" de sus tinieblas a la luz más
brillante que el sol, de la vida santa e infinitamente
gloriosa del reino de los cielos, para que sólo "la verdad y
la justicia" infinita de Dios "prevalezcan" por siempre, en
toda vida del hombre.

De hecho, éste es un nuevo reino celestial e infinito, en
donde "no hay lugar para el espíritu rebelde y de error" no
sólo de Lucifer y de sus ángeles caídos, sino también "de
cada pecador y de cada pecadora" del paraíso y de toda la
tierra, también. Porque para Dios y para su Espíritu, "el que
no come y bebe" de su fruto de vida, el Señor Jesucristo,
entonces está en rebelión delante de él y no podrá jamás ver
la vida eterna, en esta vida, ni en la venidera, tampoco,
eternamente y para siempre, en el nuevo reino de los cielos,
como La Nueva Jerusalén Celestial.

Porque sólo los que han "comido y bebido" del fruto de la
vida eterna, y esto es del Espíritu del Árbol de la vida,
entonces realmente "han vuelto a nacer" no de la carne de
Adán o de sus progenitores, sino "de la carne y del Espíritu
del Cordero de Dios" que quita el pecado del mundo entero. Y
es precisamente de esta carne y de este Espíritu del Árbol de
la vida, lo que Dios quería no sólo para Adán y para su
esposa Eva en el paraíso, sino también para cada uno de sus
descendientes de toda las razas, pueblos, linajes, tribus y
reinos de toda la tierra, de la antigüedad y de siempre.

Por esta razón, como Dios ha "ignorado los tiempos de pecado
y de gran rebelión de la antigüedad", de rechazar su Ley
Celestial, como Adán lo hizo y como los hebreos igual en
Israel, entonces está requiriendo de todo hombre a que se
arrepienta, cuanto antes mejor, de este mal terrible de sus
almas y para toda la tierra, también. Y "una simple oración
de fe", en el corazón el hombre, "levantada a Dios con su
alma arrepentida", en el nombre de Jesucristo, no sólo "lo
bautizara con 'el Espíritu de Dios' y fuego divino", sino que
también "cambiara su vida" y la tierra será finalmente feliz
con él y los suyos, haciendo así sus montes, árboles y mares
felices. Porque toda la tierra así como sufre por la
presencia terrible de las profundas tinieblas del pecado y de
la rebelión de Adán y Eva, pues, así también se gozara con
él, si verdaderamente recibe en su corazón al Señor
Jesucristo, como su único y suficiente redentor de su vida,
en esta vida y en la venidera, para siempre.

Porque este terrible espíritu de error y de gran rebelión,
"el cual descendió del paraíso con Adán y Eva", ciertamente
"destruirá" no sólo a todo hombre y a toda mujer rebelde a
Dios y a su fruto de vida eterna, el Señor Jesucristo, sino
que también a la tierra y con toda su vida silvestre e
infinita, sin duda alguna. Y nuestro Dios "no está
dispuesto" a ver éste terrible mal llegar a su "culmine" en
toda la tierra y su humanidad infinita, como está previsto
ser alcanzado por las profundas tinieblas de Lucifer y de sus
ángeles caídos, desde los días de rebelión angelical, en el
reino de los cielos.

Porque "el mal" de la presencia de Lucifer y de sus ángeles
caídos ha de seguir atacando al hombre, a la mujer, al niño y
a la niña de la humanidad entera, de la misma manera que
ataco a Dios y a su Árbol de vida, en los corazones y en los
labios de los millares de ángeles del cielo. Y Lucifer "no
para aun su mal y sus ataques constantes", cuando vio que
triunfo sobre ángeles que le seguían ciegamente y hasta el
fin, sino que siguió atacando a Dios y a su Árbol de vida
eterna y hasta hacer que Adán y Eva se rebelaran en contra de
él y de su fruto de vida, en el paraíso.

Y, hoy en día, Lucifer continua "su mismo ataque de siempre",
como lo comenzó en el cielo en contra de Dios y de su Árbol
de vida eterna, no sólo en los corazones de sus ángeles
caídos, sino también "en los corazones de cada uno de los
descendientes de Adán", en todos los lugares de la tierra.
Porque Lucifer piensa "que aun puede seguir atacando a Dios y
a su Jesucristo", para hacer que no vengan mayores glorias de
honras y de santidades infinitas jamás alcanzadas por él, por
su pecado, por su maldad, ni aun por los mismos ángeles
santos del reino de Dios, pero si "serán alcanzadas por los
hombres de fe", de la tierra. (Y es por eso, que nuestro Dios
te llama a ti, mi estimado hermano y mi estimada hermana,
como llamo a los antiguos fieles a él, por ejemplo, porque tú
eres esa gloria santa e infinita en tu corazón, la cual Dios
ha buscado desde siempre en toda su creación y hasta nuestros
días, también.)

Por lo tanto, "la lucha" en contra de Dios y de su
Jesucristo, como en el comienzo del pecado en el reino de los
cielos, con los ángeles caídos y así también en el paraíso
con Adán y Eva, "no ha terminado aun", en los corazones de
los hombres, mujeres y hasta niños y niñas de toda la tierra,
igual. Es más, la maldad de la mentira, la calumnia de gran
decepción del mismo espíritu de error y rebelde a Dios y a su
Ley del paraíso, "de no comer y beber" del fruto del Árbol de
la vida, "aumentara" aun más que antes en el mundo, porque
Lucifer ve que ya está hundido y perdido, en el lago de
fuego.

Y Lucifer no desea morir sólo, sino que desea "llevarse a
todos los que pueda" con él al fuego eterno del más allá,
sean ángeles caídos u hombres y mujeres amantes de sus vidas
pecadoras, en vez, de la vida gloriosa del Hijo amado de
Dios, el Árbol de la vida, ¡el Señor Jesucristo! Y esto es
"muy penoso" para Dios, para su Hijo, para su Espíritu, para
sus huestes celestiales y para su humanidad infinita,
también, como los que solamente "aman" la verdad y la
justicia de la vida santa del cielo, más que sus propias
vidas de siempre, en la tierra y en el paraíso, igual, "de
ver muchos perderse" con Lucifer.

Porque "lo único que tenían que hacer" los ángeles caídos
para redimir sus vidas de las mentiras y terribles maldades
de la decepción del corazón perdido de Lucifer, "era tan sólo
creer en sus corazones y así comer del fruto del Árbol de la
vida eterna, ¡el Señor Jesucristo! Pero como sabemos "que no
lo hicieron" y así también como todo pecador y como toda
pecadora de toda la tierra, "entonces van a su destino
final", no el que Dios escogió para ellos, sino el que
Lucifer escogió para él mismo, en el día que comenzó su
rebelión constante en contra del fruto del Árbol de la vida
eterna.

Y "lo único que puede salvar" a todo hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, "como salvo a muchos" en la
antigüedad, por ejemplo, de sus pecados, rebeliones y
maldades hacia Dios y a hacia su Ley, "ha de ser el tan sólo
creer en su corazón y arrepentirse de sus tinieblas", pues,
"invocando" el nombre del Señor Jesucristo. De otra manera,
el que no se arrepienta de su maldad "de no haber creído",
comido y bebido del espíritu del nombre y de la sangre del
pacto eterno, Jesucristo, lleno de vida infinita para su
corazón y para su alma, "simplemente vive aun en sus
tinieblas" de siempre y hasta que cae en el abismo, de la
perdición eterna.

Y nuestro Dios no ha enviado a su Hijo amado al mundo, para
que su humanidad infinita "se pierda" en sus profundas
tinieblas, de las cuales la rescato con sus propias manos, en
el día de su formación, sino que desea "verla llena" de la
luz de vida eterna de su Hijo amado, su Árbol de vida, ¡el
Señor Jesucristo! Y es por esta razón, que tu
"arrepentimiento" de todos tus pecados y rebeliones hacia
Dios y hacia todo lo que ha creado él, es de suma importancia
en tu corazón y en toda tu vida, también, mi estimado hermano
y mi estimada hermana: "confesando" día y noche a su Hijo
amado, ¡el único Mesías posible de toda la vida!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.



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